sábado, 30 de abril de 2011

Una luz en la noche



Hoy es jueves, Señor, y vengo con el alma en sombras, sombras que se llegan a convertir en oscuridad si nos falta la virtud de la esperanza.
Autor: Ma Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net

Hoy es jueves, Señor, y vengo con el alma en sombras, sombras que se llegan a convertir en oscuridad si nos falta la virtud de la Esperanza....

Cuando eso sucede hay noches en las que parece que el tiempo se ha detenido y jamás veremos el amanecer... en ellas oímos el palpitar de nuestro corazón y cada latido nos duele....

Noches de negrura espiritual en las que todo parece agrandarse, nuestra pena, nuestra angustia y nuestro malestar. Nos pesa la vida y en el silencio de esa noches nos parece que no hay pena como nuestra pena.

Pero...si hay un poco de esperanza en nuestro corazón, estamos salvados.

Sabemos de casos que esa gran "desesperanza" ha llegado a tal límite, a tal profundidad que no se ha encontrado otra solución que el buscar la "puerta falsa". Es el escape, el terminar con algo que pesa demasiado y el sentirse sumergido en las tinieblas de una noche "sin mañana"... sin esperanza. ¡Eso fue lo que les faltó a esas vidas: LA ESPERANZA.

La Esperanza es un mañana mejor, la Esperanza es la luz que puede romper las negras sombras cuando parece que todo está perdido.

Sin Esperanza no se puede vivir.

Cuando hay Esperanza a pesar de la desilusión y del dolor, siempre habrá otro camino que no sea el de la desesperación y el total aniquilamiento del verdadero yo.

Es cierto que hay situaciones en la vida que son como la más oscura de las noches, noches en que las horas parecen no pasar... pero cuando hay fe, cuando sabemos que tenemos un Dios que sabe de nuestro sufrimiento, cuando nos sabemos amados por El, a pesar de que nuestro sentimiento de soledad sea inmenso, si nos dejamos arropar y abandonar en sus brazos y en los de nuestra Madre María Santísima, la Esperanza, de saber que Dios nos ama, llegará con su luz que sabe consolar.

Quien se siente amado no puede caer en la desesperación y Dios nos ama.

La ESPERANZA, es una virtud que tenemos que cultivar como la flor más delicada y valiosa. Tres son las virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad, cuyo objeto directo es Dios Sin ellas es muy difícil caminar por la vida y no podemos olvidar que la Esperanza siempre será la luz en nuestras noches cuando las penas y las dificultades las hagan muy oscuras.

miércoles, 27 de abril de 2011

SIEMPRE VAS A MI LADO

“Sácame del lodo, y no sea yo sumergido; sea yo libertado de los que me aborrecen, y de lo profundo de las aguas. No me anegue la corriente de las aguas, ni me trague el abismo, ni el pozo cierre sobre mí su boca”.
(Salmo 69:14-15)
Yo pensaba que me habías olvidado porque en medio de la prueba creí que estaba sola. Porque por momentos peleaba contando con mis fuerzas y cuando pensaba en eso, me sentía como en un callejón sin salida. Tocando fondo y desesperadamente clamaba angustiada que no me dejaras. Porque aunque tú estabas yo no te podía percibir ni sentir. Y en medio de la desesperación, cuando pensaba que ya no había remedio, sentí tu abrazo fuerte, arrebatándome de aquel lugar oscuro y tenebroso en el que me encontraba.
Supe entonces lo que había olvidado, que en verdad tú siempre habías estado conmigo, que ni un solo momento de mí te habías apartado. No eran mis huellas, sino las tuyas. Y aquel susurro que escuchaba lejano era tu voz diciéndome que me amabas y que en tu fidelidad hay protección.
¡Mentira era del enemigo que tú de mí te habías olvidado y que en el peor momento te habías marchado! Sentí la brisa del viento soplar sobre mi cara, era una caricia tuya que me alentaba a continuar adelante.

Eres Magnífico mi Gran Guardián, hoy te alabo por tus grandes bondades y amor. Porque vas siempre a mi lado mostrándome el camino. Por tu amor incomparable y tu gracia diaria que nos regala tu perdón. Por la fuerza que a diario me infundes y porque aún cuando siento que voy a desmayar, tu mano me sostiene y no permites que caiga en el abismo.

Autora: Brendaliz Avilés

domingo, 24 de abril de 2011

¡Sí, ahí está Dios!



A Dios lo encontramos en todas las circunstancias de nuestra vida, sólo tenemos que mirarlo.
Autor: Pedro García, misionero claretiano | Fuente: Catholic.net
Siempre que hablamos de Dios lo hacemos con un gran amor --no digamos ya con un gran respeto--, y siempre tratamos de crecer en la fe, en la confianza y en el amor de ese Dios que nos ama y que nos espera.

Cualquiera diría que esto es muy fácil, y, sin embargo, todos tenemos la experiencia --porque lo oímos mil veces-- de que muchos, cuando sufren algo que les parece injusto, tienen miedo a Dios y dudan de todo: dudan de que Dios exista, dudan de que les ame, y dudan de que Dios les reserve algún bien, y se preguntan:
- Si Dios existe, si Dios me ama, ¿por qué Dios no me escucha? ¿Por qué ha de mandarme este sufrimiento? ¿Por qué tiene que venirme este mal?
Esta queja la oímos muchas veces. Pero, ¿no es cierto que Dios nunca está más cerca de nosotros que cuando sufrimos, como el papá y la mamá sobre el niñito que se ha agravado?...

Se cuenta muchas veces lo que ocurrió en el más terrible campo de concentración y de exterminio de la Segunda Guerra Mundial. Estaban formados todos los prisioneros ante un espectáculo macabro, contemplando al compañero colgado en la horca. En medio del silencio aterrador, se levanta una voz estremecedora:
- ¿Y dónde está Dios?
Ante este grito de un descreído, se alza la voz de un creyente, mientras su dedo señala al que cuelga del patíbulo:
- ¡Dios está ahí!

Cierto. Allí estaba Dios, allí estaba Jesucristo, que extendía a aquel campo de la muerte su propia muerte en la cruz. Porque Dios estaba junto a la horca y las cámaras de gas para salvar a las víctimas inocentes, como estaba en el Calvario esperando que Jesús muriese y fuera sepultado, para resucitarlo después con gloria.

Dios no quiere nuestros males. Dios pedirá cuentas a los causantes del dolor ajeno. Dios nos librará definitivamente un día de todo lo que ahora nos atormenta.

Si tenemos estas convicciones, la prueba se convierte en resignación cristiana y en mérito ante Dios.

Ciertamente, que el dolor es un misterio. ¿Por qué Dios permite el mal? No lo sabremos nunca en este mundo. En este mundo estamos viendo el tapiz o el bordado al revés: todo son hilos que se entrecruzan en un desorden feo y sin ninguna dirección fija. Habrá que mirarlo por el otro lado para asombranos de la obra de arte que allí se esconde.

Únicamente en la vida futura entenderemos el dolor de este mundo, cuando veamos que esas pruebas han sido el camino --angustioso, pero seguro-- por el que Dios nos ha llevado a la salvación.

La gran respuesta a nuestra pregunta la tenemos en Jesucristo clavado en la cruz. Inocente como Jesús, ninguno. ¿Y por qué Jesús ha tenido que sufrir como nadie en este mundo?

Cuando parece que Dios se ha escondido en nuestra vida es precisamente cuando nos mira con más amor. Está detrás de las cortinas de la ventana mirando cómo caminamos por la calle del mundo; nosotros no lo vemos, pero a Él no se le escapa ninguno de nuestros movimientos.

No entendemos su Providencia, pero sabemos besar su mano amorosa cuando nos permite algún mal.
La palabra de Job es una de las más repetidas de toda la Biblia:
- Si recibimos los bienes de la mano de Dios, ¿por qué no vamos a recibir los males? Males que no nos vienen de la mano de Dios, pero que son permitidos por Dios para nuestro bien.

Le preguntaron un día a Teresita:
- ¿Has tenido que sufrir hoy también muchos dolores?
- Sí, pero porque los quiero. Yo quiero todo lo que me envía Dios.

En esta respuesta de la querida Santa está la clave que resuelve todo el problema. Para ella, nos se trataba solamente de resignación y de simple aceptación. Era más. Era querer lo que Dios quería, haciendo de las dos voluntades una sola. Esto es el colmo de la virtud cristiana. Esto es lo que hacen tantos hermanos nuestros, de quienes decimos que están en lo más alto de la santidad.

El mal, por otra parte, no puede triunfar. Dios le tiene puesto un límite del cual no pasará.
Dios no quiere que nuestra vida sea un fracaso. Si permite la tempestad es para dar después la bonanza. Si consiente que los ojos derramen lágrimas, es para convertirlas después en júbilo y alegría.

Dios siempre hace brotar una rosa en medio de las espinas. El dolor entonces, sostenido con valentía, se convierte en la elegancia de la vida.

Un sabio escritor nos lo dice bellamente:
- El dolor, para los que viven en el Espíritu, se convierte en el más recio hilo telefónico, por el cual transmitimos a Dios un himno de amor, como el más hermoso saludo que los hijos pueden dirigir a su Padre, inspirado por el Espíritu Santo.

Hay que repetirse constantemente ese eslogan tan conocido: ¡Dios me ama!
El día en que nos convencemos de ello, y sabemos vivir la realidad que entraña, ese día se ha encontrado la clave misteriosa de la felicidad verdadera... .

viernes, 22 de abril de 2011

MILAGROS DE JESUS (VIDEO CORTO)

Les comparto este hermoso video, cuando lo vi de verdad que me llego al alma, siempre he amado a Jesús y siempre en mi corazón he tenido el deseo de servirle, pues eso fue lo que nos enseño, ese amor maravilloso por los demas, espero que sea de su agrado como fue del mio y compartanlo.

PD: Si en el mensaje que suena automaticamente en este blog interferiere en la visualizacion de este video, porque se cruzan los audios, solo dale pause al reproductor del blog.


Por la Fe from www.iglesiaoasisdepaz.org on Vimeo.

jueves, 21 de abril de 2011

Él siempre lo hace


Tal vez no suceda en el momento en el que más lo deseo, pero si en el que más lo necesito. Tal vez no venga envuelto cómo yo le esperaba, pero definitivamente siempre es más glorioso. Quizás no lo haga cómo yo se lo sugerí, pero siempre hace lo mejor para mí. Hablo acerca de las bendiciones de nuestro Dios, quien lejos de desilusionarnos siempre se las arregla para darnos lo mejor.
Quizás Él desaprobó que aceptaras un trabajo que se veía jugoso económicamente porque prefirió que invirtieras más tiempo en su reino, pero a los pocos meses Él abrió las compuertas del cielo mandándote la recompensa por haber invertido en lo que realmente sacia. Quizás hiciste un gran “berrinche” ante su altar cuando claramente escuchaste la voz de nuestro Creador diciéndote “deja a esa persona”, lloraste e hiciste todo un teatro, pero a los pocos meses estuviste en los brazos de aquella persona que en verdad es carne de tu carne, y todo tomó sentido. Tal vez por instrucciones de tu Dios abandonaste ese ministerio que tanto empeño, amor y horas le invertiste, te dolió en lo más profundo abandonar esa viña en la cual has invertido tu vida para internarte en lo desconocido, pero una vez que dio fruto esa semilla tuviste entendimiento de que Dios de nuevo te dio lo mejor.
¿Por qué en ocasiones decidimos engendrar nuestras bendiciones, en lugar de esperar en Dios lo mejor? Así cómo Abraham decidió engendrar un hijo con su criada porque su esposa aun no había concebido un hijo de parte de Dios; cada vez que nos desesperamos al no ver en lo natural lo que Dios ha prometido que hará por medio de nuestra fe, y decidimos darle una “ayudada” a Dios al acelerar la bendición, estamos engendrando bendiciones de la carne.
Las bendiciones engendradas de la carne en apariencia suplen la misma necesidad pero en nuestro interior jamás sabrán igual. Dichas bendiciones traen felicidad en el momento, pero tarde que temprano traerán lagrimas. Por lo que si aun no has recibido aquella bendición legitima del cielo; esa que solamente a ti te pertenece y lleva inscrita tu nombre, no le pierdas engendrando algo que nazca de emociones. Espera un poco más en tu Dios, y cómo siempre Él te dará lo mejor.
A ti que estás a punto de tomar esa importante decisión; pero algo en tu interior no se encuentra aun alineado, el Señor tu Dios te dice: “Espera un poco más y te daré cómo siempre lo mejor.”
Mientras tanto has memoria de todas las veces que Él lo ha hecho. De todas las maravillosas sorpresas que te ha dado, de todas las bendiciones que siempre a tiempo te ha enviado. Pero sobre todo recuerda que Él siempre lo hace.

“Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará.”

Salmos 37:5 (Nueva Versión Internacional)
Autor: Richy Esparza

lunes, 18 de abril de 2011

¡NO LLORES!


¡No llores! Me parte el alma sentir tu tristeza profunda.
Ver, como cada lágrima que derramas es un poco de esperanza que sientes que pierdes. Porque ves todas las puertas cerrarse, porque inclusive con algunas te has golpeado la cara. No encuentras salida al dilema, te sientes atrapado en un laberinto, en una red peligrosa que te atrapa sin quererlo. Piensas que no vale la pena seguirlo intentando.

Cuestionas el hecho de por qué si existe un Ser Divino que te ama, no te ayuda en estos momentos que más lo necesitas. Hoy sientes el peso y el cansancio de todas tus luchas acumuladas. Te preguntas, ¿cuándo habrá solución que disipe tu pena? Quieres volver a sonreír, dejar de sentir ese dolor que te oprime el pecho y no te deja respirar en libertad.

¡No llores, tienes a Dios y él no te va a faltar!
Su voluntad siempre te llevará hacia caminos y cosas mejores.
Tú no puedes ver lo que hay más allá, solo puedes observar lo que ves de frente, pero Dios tiene un mejor panorama de todo.
Tu mente llega hasta un límite de pensamientos, pero la de Dios es infinita y sus planes para contigo son maravillosos. Tú puedes ir quizás por caminos equivocados, pensando que estás en el correcto, pero si te dejas guiar por Dios, él te llevará hacia uno que tiene un fin muy bueno.

Todo pasa, prevalece ante dolor, deja que él disipe tu tristeza.
Volverá la primavera a llenarte de alegría. Ese invierno que has sentido en tu alma, solamente será un mal recuerdo que lograste superar. Tú serás fuerte, aguantarás como el roble, que a pesar de las tormentas se mantiene firme. ¡Sí, espera en Jehová y recibirás “tu tierra prometida”.

Autora: Brendaliz Avilés

viernes, 15 de abril de 2011

DIOS ES JUSTO


EN MEDIO DE LAS INJUSTICIAS, ¡HAY UN DIOS JUSTO!

Creo que cada uno de nosotros ha tenido que lidiar con las injusticias en diferentes áreas de nuestras vidas: en lo laboral, en lo social, y a hasta en nuestras propias casas.

Y seguramente hemos dicho, ¡ESTO ES INJUSTO!

En estos momentos estoy viviendo esa terrible situación, LA INJUSTICIA, ¿y sabes? Esto a veces me desanima, me agota y hasta me frustra.

Lamentablemente existen personas que desean escalar más alto, y para ello realizan maldades, sin importarles si hay alguien que puede salir perjudicado.

Hay personas que se encargar de maquinar maldad en sus mentes, en sus vidas y producir daño, y lo más frustrante es que muchas veces ¡salen beneficiados!

Pero ante tanta injusticia, ¡HAY UN DIOS JUSTO!

“CALLA EN PRESENCIA DE DIOS, Y ESPERA PACIENTE A QUE ACTUE; NO TE ENOJES POR CAUSA DE LOS QUE PROSPERAN, PORQUE DE ELLOS SE ENCARGARA DIOS “

SALMOS 37:7 (V. ACTUAL)

¡Gloria a Dios que aboga por nosotros!

Él tiene su propia balanza y sabe muy bien como actúas, como te diriges en la vida, como yo me dirijo y porque él es un Dios justo, a su tiempo dará a luz la verdadera situación.

Ante la injusticia, me anima saber que él está se está encargando.

Ante la injusticia, me reconforta entender que su tiempo es mejor que el mío.

Ante la injusticia, sé que debo callar porque el hará que las circunstancias hablen por si solas.

Ante las injusticias, sé que tengo un Dios que ama a los que honran su nombre y caminan honestamente.

Ante las injusticias, Dios aboga por mí

Ante la injusticias, esperare pacientemente porque sé que mía es la tierra prometida y suyo es el poder por los siglos delos siglos.

Y ante tu injusticia, ¿qué harás?

PERO TU CONFIA EN DIOS Y CUMPLE SU VOLUNTAD.
EL TE PONDRA MUY EN ALTO Y TE DARA LA TIERRA PROMETIDA

SALMOS 37:34

Autora: Naty Cardozo

martes, 12 de abril de 2011

¡Somos sal, somos luz!



Mateo 5, 13-16. Tiempo Ordinario. Somos sal con sabor porque Cristo ha hecho nuevas todas las cosas, su sangre derramada en la cruz ha devuelto el sabor a nuestras almas.
Autor: Felipe de Jesús Rodríguez | Fuente: Catholic.net


Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.

Ustedes son la luz del mundo. No se pude ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa.

Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.


Oración introductoria

Señor, quiero tomar conciencia de tu presencia y cercanía antes de iniciar esta meditación, quiero pedir tu ayuda para que puedas cambiar mi corazón y pueda, así, ayudar a cambiar el corazón de los que me rodean. Tú conoces mis intenciones más íntimas y quiero ponértelas en tus manos. En el corazón de María pongo a mis familiares, especialmente los que estén más alejados de ti y los que sufren algún mal espiritual o físico.

Petición

Señor que me dé cuenta que soy un cristiano necesitado de tu gracia y de amor.

Meditación

La afirmación de Cristo en este pasaje es maravillosa. No dice: “si haces esta obra de caridad serás sal o si rezas esta oración podrás ser luz”. Ese verbo en presente le da una carga actual: “ustedes son la sal de la tierra..., ustedes son la luz del mundo”. Cristo quiere que tomemos conciencia de nuestra realidad, que despertemos; quiere recordarnos lo que somos; que su sacrificio en la cruz nos ha donado algo maravilloso para compartir: la sal de su amor y la luz de resurrección. Cristo, en definitiva, quiere gritarnos a nuestro corazón: ¡eres un cristiano!

Nosotros cristianos: ¡somos sal y somos luz! Somos sal con sabor porque Cristo “ha hecho nuevas todas las cosas” (Ap. 21, 5), su sangre derramada en la cruz ha devuelto el sabor a nuestras almas pisoteadas por el pecado. Somos luz porque Cristo es la “Luz del mundo” (Jn 8, 12). Las tinieblas, como dice san Pablo, se han alejado de nosotros porque en otro tiempo fuimos tinieblas; pero ahora somos luz en el Señor y tenemos que vivir como hijos de la luz (Ef 5,8).

Es un buen momento para volver a tomar conciencia de lo que somos en Cristo, de lo que hemos recibido de Él y de lo que podemos dar a los demás si somos lo que tenemos que ser: cristianos.

Reflexión apostólica

La simplicidad y profundidad de las imágenes que usa Cristo (la sal y la luz) tienen que llevarnos a vivir nuestro cristianismo con la misma sencillez y hondura. Cuando los paganos veían a los primeros cristianos llegaban a decir: “mirad cómo se aman y cómo están dispuestos a morir unos por otros”. Ese era el testimonio que aquellos hombres admiraban en las vidas ordinarias de esos cristianos. “Daniel, dice san Juan Crisóstomo (In Matth. 43, 5), era un joven, José era esclavo, Aquila ejercitaba un trabajo manual, Lidia vendía púrpuras, dirigía un trabajo, uno era carcelero, el otro centurión, como Cornelio; uno estaba casi siempre enfermo, como Timoteo, y otro era un esclavo que escapaba, como Onésimo. Y sin embargo, todos resplandecían por la santidad de sus vidas: hombres, jóvenes y viejos, esclavos y libres, soldados y ciudadanos”. Nosotros podemos decir: Juan tienen un negocio, Lucy es ama de casa, Pedro es empresario, Salvador es cocinero, María es secretaría, pero todos contagian la alegría de su fe en Jesucristo.

La coherencia de nuestra vida, la rectitud en el obrar, la alegría en el servicio, la caridad desinteresada y tantas otras virtudes que el cristianismo perfecciona, deben de ser condimento para los hombres que nos rodean y luz para que los ojos de los demás vislumbren sin fatiga el amor de Dios.

Propósito

Buscaré vivir alguna actividad de mi día pensando en cómo la hubiera vivido Cristo.

Diálogo con Cristo

Jesús, tú me conoces bien. Sabes quién soy, sabes cuántas veces vivo olvidado de tu presencia. Te pido que nunca te alejes de mí, que me hagas siempre consciente que soy tuyo, que nunca me dejas solo, que me amas a pesar de mis pecados. ¡Señor, dame la gracia de ser un cristiano como tú lo quieres de mí en cualquier momento de mi vida!


“Como Jesús fue el anunciador del amor de Dios Padre, también nosotros lo debemos ser de la caridad de Cristo: somos mensajeros de su resurrección, de su victoria sobre el mal y sobre la muerte, portadores de su amor divino” Benedicto XVI, 5 de abril de 2010).

sábado, 9 de abril de 2011

Ser Discípulos Aprende a defender tu fe.


El Dios que busca la inteligencia
El Catecismo de la Iglesia católica recoge la doctrina del Concilio Vaticano I, en la que se afirma la capacidad racional del hombre para conocer la existencia de Dios:(CIC 36).
Autor: André Manaranche | Fuente: libro Preguntas jóvenes a la vieja Fe

Boletín ¡Ser discípulos! Aprende a defender tu fe
Tema: Preguntas jóvenes
Fuente: Libro preguntas jóvenes a la vieja fe. Autor André Manaranche,


I. TUS PREGUNTAS SOBRE DIOS



EL DIOS QUE BUSCA LA INTELIGENCIA

A veces me preguntas:

«¿Por qué está tan seguro de la existencia de Dios? ¡Deme una prueba!».

Y añades:

«Si un día se prueba que Dios no existe, ¿cómo reaccionaría? ¿Qué piensa de la gente que dice que Dios no existe?»


Nuestros caminos hacia Dios

A su manera, el hombre busca a Dios desde siempre. La Biblia nos presenta una revelación que nos sobrepasa, teniendo en cuenta las capacidades de nuestra sabiduría humana, que no sólo se debe poner en movimiento, sino también evitar las malformaciones groseras de lo divino. Dicho de otra manera, Dios es un derecho del hombre: Él es, a la vez, transparente en sus obras y diferente de ellas (Sabiduría 13,1-9; Romanos 1,18-23). Al volver a repetimos esto en el siglo pasado, el Concilio Vaticano I toma partido en favor del espíritu humano, castrado por el racionalismo de la más bella de sus posibilidades y privado del más vital de sus conocimientos. Al mismo tiempo, la Iglesia también proclama este principio para los ateos, que se adjudican el derecho natural de rechazar a Dios y se vanaglorian de ello como de una liberación; a los agnósticos, que no niegan nada pero se declaran incompetentes y sin un órgano apropiado; y a los mismos cristianos, que se refugian en el sentimiento invocando la «mística». Haciendo esto, la Iglesia se sitúa inequívocamente en el camino de la promoción humana sin la menor vacilación. Juan Pablo II no cesa de repetir estas mismas palabras, en una época en que la defensa de los derechos del hombre no siempre se lleva hasta sus últimas consecuencias. El hombre tiene derecho a Dios y nadie le debe privar de la libertad religiosa. Para ti, amigo, la fe te parece ante todo un deber, y un deber penoso; para el Papa es un derecho que permite el acceso a la alegría y a la realización personal. Tú preguntas: « ¿estoy obligado a creer?». Y tu pastor te responde: « ¿tú tienes el derecho de privarte de la fe?» Tú dudas, temiendo aburrirte o correr un riesgo incontrolable. Pero también hay otro riesgo, el contrario: asfixiarte por falta de adoración, caer en la pasividad por falta de verdadera alegría. Curioso, ¿verdad?

Sería grotesco que intentase hacerte en diez líneas una exposición de las mil y una razones para admitir la existencia de Dios. Tampoco voy a recurrir a «pruebas» matemáticamente comprobables. En este caso, el no creyente sería un imbécil, como ese alumno que no es capaz de encontrar, en la, pizarra de la clase, la solución al problema, que salta a la vista. La cuestión de Dios no proviene de lo que Pascal llama el espíritu de la geometría, sino que supone una reflexión en profundidad y que compromete la vida entera. El puro razonamiento no llega a la luz, sobre todo el razonamiento ramplón, que se queda en el nivel más bajo de sus posibilidades, en vez de elevarse «a los niveles superiores del saber».

El no creyente no es ningún tonto, ni el último de la clase; puede ser, incluso, muy inteligente y virtuoso, como veremos más adelante, pero es insensible al «por qué» último. También puede darse el caso que tenga por una caricatura grotesca de Dios, que bloquea su reflexión. Ten en cuenta, amigo mío, que tus falsas imágenes de Dios pueden provocar la incredulidad en otros.

Santo Tomás de Aquino no habla de «pruebas» de Dios, sino de «vías» hacia Dios, y tiene toda la razón del mundo. Es evidente que la vía concluye en alguna parte, pero proponiendo un camino, no administrando la solución del problema al instante. La solución nos hace cerrar la boca, el asunto concluye y no hay nada más que decir. El camino nos conduce hacia el asombro: un nivel en el que nunca se terminará de descubrir o de vivir. Tengo miedo, amigo mío, de que me pidas un «truco» para estar seguro de Dios, para arreglar esta cuestión de una vez por todas. Pero reflexiona. Si la existencia de Dios fuese algo evidente, ¿qué harías después? La clasificarías en tus archivos como un problema resuelto, como una tesis demostrada sobre la que no es necesario volver. ¿Poseer estos archivos te proporcionaría una vida espiritual? ¿Rezaría Rousseau a su «Ser Supremo» o Voltaire a su «Relojero»? Lo dudo. Además, como decía uno de vosotros: « ¿Dios nos ha creado como el relojero hace un reloj? Pero a mí no me gustan los relojeros».

Cada uno encuentra la vía hacia Dios que le parece mejor, tanto el carbonero como el universitario. Pero no todas las explicaciones sobre Dios son buenas, ni siquiera las que se plantean so pretexto de satisfacer el espíritu. Incluso hay algunas tremendamente simples. Es estúpido decir que Dios tiene que existir para hacer posible el arranque de la serie, como el primer huevo que da origen a la primera gallina, o la primera gallina poniendo el primer huevo... Vuelvo a repetirte que Dios no está sólo en el principio. Él es nuestra razón de ser permanente. Nadie existe por sí mismo, ni yo, ni mis padres, ni nadie. Los seres creados habrían podido continuar en la nada, y no han existido siempre. ¿Quién les pudo llamar, pues, a la existencia, a no ser el Amor increado y eterno? Este es el fondo de la cuestión. Dios no es, pues, el Ser supremo, el primero y el más grande en la cima de la pirámide. Dios está fuera de la construcción. He aparecido un día en la tierra porque un Amor eterno, que no me necesitaba, me ha querido y no cesa de quererme.

Partiendo de aquí, la filosofía prosigue su interrogatorio. Siendo el ser creado finito e imperfecto, ¿de dónde saca la idea de infinitud y de perfección que curiosamente anida en su corazón? ¿De dónde saca la idea de Dios, que no está en su poder, como si fuera una secreción del espíritu? ¿Cómo podría pensarse a Dios si no existiera? ¿Cómo podría tener todas las perfecciones, salvo la de existir...?

Ahora bien, todas estas reflexiones todavía no son la fe. Creer en Dios no consiste en admitir la idea de Dios, ni siquiera su existencia. Creer es acoger la revelación que de Él mismo nos hace en su Hijo Jesucristo. Es escuchar a Dios, hablar de Dios. Es «obedecer al Evangelio» recibiéndolo con humildad y sin considerarlo como una humillación. Porque, el Evangelio, lejos de vejar nuestra inteligencia, la sacia de una manera inesperada; lejos de detener su actividad, le da en qué pensar. No reproches a Dios el haber complicado las cosas revelándose a sí mismo. Lo hizo porque quería que conociésemos íntimamente su vida, con el fin de asociarnos a ella. El misterio no es un jeroglífico incomprensible para amargarnos la vida, si no una confidencia amistosa, que nos invita a la comunión.

En la Biblia, «conocer» no es tener conocimientos sobre alguien, sino conocer a alguien; no es identificar a alguien por su carnet, sino entrar en contacto con él y, en sentido estricto, «hacer el amor» con el ser querido. Esto es lo que quiso Dios al revelarse: ofrecemos su persona y no su retrato, su ternura y no su existencia bruta. Y, de esta manera, poner fin a los múltiples errores que el hombre no cesaba de acumular respecto a su Creador, después de haber pecado.

Por consiguiente, respondiendo a tu pregunta «deme una prueba de la existencia de Dios»), yo no te di la fe cristiana; simplemente espero haberte abierto el camino, despejando el obstáculo de la duda. No te quedes, pues, tranquilo viendo la ruta despejada. Avanza, vete mucho más lejos. Allí te espera, no un certificado o un diploma, sino una Presencia. ¡Inténtalo, al menos!

La solidez de nuestra fe

« ¿Y si un día se probase que Dios no existe...?»

Como ves, acabo de contestar a tu pregunta. Primero, Dios no se «prueba»: se descubre. Además, es imposible probar la existencia de alguien. Para conseguirlo, haría falta haber recorrido todos los lugares susceptibles de cobijarle, y nadie puede enorgullecerse de haber visitado todos los posibles escondrijos. Se puede afirmar, con André Frossard: «Dios existe, yo lo he encontrado». Pero no se puede decir: «Dios no existe, yo no lo he encontrado». Si no lo he encontrado es porque, tal vez, no haya escogido el buen camino...

Por último, y sobre todo, para mí creer no consiste en tener mis propias ideas sobre Dios, sino en acoger su visita personal. No se trata de contentarme sabiendo que existe, como existe una silla, un árbol, o fulanito de tal, sino de experimentar su ternura. No es decir «Dios», sino «Abba, mi queridísimo papá».

Por eso, cuando esta gracia me ha sido dada, ya no puedo perder la fe, como suele decirse. Imposible perderla por casualidad, como se pierde un manojo de llaves. Lo que se pierde así no es una fe viva, sino una costumbre mal enraizada, un hábito familiar, una religión juvenil. Y la prueba de todo ello es bien fácil de hacer. Cuando la gente pierde un objeto que estima mucho, lo reclama rápidamente en la oficina de objetos perdidos. Pero los que dicen haber perdido la fe no están dispuestos a recorrer ni medio kilómetro para buscarla. Más aún, a veces, ni siquiera se dan cuenta de lo que han perdido... No se pierde un gran amor sin sentir enseguida un vacío intolerable, ¿verdad?

En cambio, se puede rechazar la fe en Jesús. La Iglesia no se pronuncia sobre la culpabilidad de este abandono libre y consciente. Sólo nos dice, en el Vaticano I, que el cristiano no tiene ninguna razón objetiva para renegar del Evangelio. En efecto, cuando se ha conocido verdadera y experiencialmente el amor de Jesús, nada puede justificar nuestra deserción. Y, sin embargo, los abandonos se multiplican. ¿Por qué? Por razones subjetivas, a las que sólo Dios puede juzgar. Amigo, con la gracia de Dios y la fuerza del Espíritu, creo poder decir que no me escandalizo fácilmente. Puedo sufrir, sobre todo a causa de determinadas personas de la iglesia, pero hay otras muchas que me ayudan poderosamente. Además, todo esto no tiene nada que ver con mi relación con Jesucristo. Lo que soporta Él, ¿por qué no lo podría soportar yo también? Así pues, no hagas mezclas explosivas. No tengo ningún motivo válido para dudar del Dios que me ha entregado a su Hijo ya quien he entregado mi corazón. Por eso me gusta este cántico:

Padre, yo soy tu hijo amado; mil pruebas de amor me has ofrecido.
Alabarte quiero con mi canto,
canto de amor de mi bautismo.

Cuanto más viejo me hago, más evidente me parece este Dios, más descubro su identidad, más me hundo en él, mi fe se hace más familiar y mi corazón más sencillo. Estamos lejos de las «pruebas» que reclamabas y que sólo son buenas para los principiantes. Después, el Señor es capaz de revelarse a Sí mismo, más allá de cualquier jeroglífico cerebral. Sé más de Él apretándome contra su corazón que leyendo un libro.

Me dirás, sin duda, que también algunos santos se plantearon la cuestión: « ¿y si Dios no existiera?» Es cierto, pero hay que entender bien lo que querían decir con ello. El primero en hacerlo es San Pablo, y su razonamiento es el siguiente: si Cristo no hubiese resucitado, lo habría perdido todo y sería tremendamente desgraciado, porque todo se lo he dado a Él (1 Corintios 15,14-19). Se trata de una excelente ocasión, para el apóstol y para nosotros, de verificar si realmente se lo hemos dado todo. Este es el objetivo pedagógico de este supuesto imposible (igual que de este otro: «Sería capaz de amar a Dios aunque me condenara al infierno...»).

El cura de Ars también dice: «Si al final de mi vida descubriese que Dios no existe, estaría atrapado, pero no me arrepentiría en absoluto haber creído en el Amor». Bajo esta deliciosa ocurrencia, se esconde la certeza de que Dios es Amor y de que nunca el Amor puede fallar. Pienso también en esta «maliciosa» reflexión de un teólogo: «si Dios no existiese, se equivocaría». ¡Y tanto! Pues no podría verificar la bella imagen que tenemos de Él... Y que el mismo nos ha dado: la imagen del Amor. ¿De dónde si no podría venirnos esta imagen?

miércoles, 6 de abril de 2011

Dios siempre te recibirá


“El verdadero amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que nosotros fuéramos perdonados por medio de su sacrificio”

1 Juan 4:10 (Traducción en lenguaje actual)

La semana pasada hablaba con una persona que había sido cristiana por diez años y que actualmente tiene dos años de haberse alejado por completo de Dios. Las razones, las mismas de siempre, un error que cometió fue juzgado con mano dura en su congregación, no recibiendo apoyo de nadie y todos dándole la espalda. ¡Vaya que amor el que nosotros tenemos por los que fallan!

Cada vez que escucho historias como esas me duele el corazón y a la vez siento un coraje del ¿Por qué somos así?, lastimosamente vivimos en medio de una cultura “cristiana” en donde no se permite fallar y en donde el que falla es juzgado por todos y separado totalmente de todo contacto con los “santos” que jamás fallan. ¡Qué terrible!, ¡Dios nos guarde de que nosotros tengamos esa actitud!

Y es que yo creo en un Dios diferente, en un Dios lleno de amor, lleno de misericordia, lleno de gracia, un Dios que se preocupa por sus hijos, un Dios que le interesa el bienestar de los suyos, un Dios que haría cualquier cosa por salvarnos, al punto de enviar a su único hijo a morir por nosotros, ese es mi Dios, ese es el Dios que me abraza diariamente y me dice que cree en mi y en lo que puedo lograr a su lado, ese Dios que en los momentos difíciles siempre me ha abrazado y me ha dicho: “Mío eres tú”.

Hablando con esta persona me di cuenta que esas actitudes de la “Iglesia” hace que las personas que han fallado crean que son inmerecedoras de regresar nuevamente al redil. Esa clase de personas creen que lo que han hecho es tan terrible que no merecen más perdón de Dios. Creen que es un insulto querer acercase a Dios, siendo ellos tan pecadores. ¡Qué triste!, eso es lo que nosotros mismos provocamos con nuestras actitudes hacia los débiles en la fe.

Yo le explicaba a esta persona que Dios la amaba igual y que el deseo de Él era que ella regresara a sus caminos. Ella rápidamente me respondía: “¡No!, Cómo voy acercarme a Dios después de todo lo que he hecho”.

Y es que a veces creemos que lo que hicimos es tan malo, pero tan malo que nosotros mismos nos condenamos, cuando realmente Dios no te ha juzgado, sino que El anhela restaurar tu vida. En ese momento trate de explicarle de la siguiente forma:

¿Usted tiene hijos?, ella me respondió que sí, entonces le digo, yo también, y cuando mi hijo hace algo que no me pareció lo que hago es corregirlo, pero yo no dejo de amarlo por eso. Mi hijo sigue siendo mi hijo, lo sigo amando igual y lo único que quiero es que el trate de cambiar eso que a mí no me gusta, pero jamás dejaría de amarlo, porque es mi hijo.

Así mismo es Dios, El no deja de amarte por lo que has hecho, aunque quiere que no lo sigas haciendo, El te ama porque su amor hacia ti es eterno, porque te amo desde el principio y porque siempre ha visto en ti la capacidad para salir adelante de cualquier situación cuando estas a su lado.

Mi estimado amigo(a), Dios no te juzga, posiblemente lo que te hicieron o lo que dijeron de ti te hizo pensar que no merecías mas el perdón de Dios. Quizá nuestras actitudes hacia ti fueron las equivocadas y te sentiste tan mal que prometiste nunca más volver a una Iglesia, mas sin embargo en esta hora te pido perdón en nombre de todos aquellos que de una u otra forma provocamos en ti ese sentimiento de inferioridad, ese pensamiento de creer que no merecías mas estar cerca de Dios, perdónanos, a veces hablamos sin pensar, a veces actuamos sin reflexionar cuales serán los resultados de nuestras actitudes, nuevamente te pido perdón.

Tienes que saber que Dios siempre te recibirá, que a pesar que nosotros somos imperfectos, Dios no lo es y El está con los brazos abiertos esperándote.

No importa el error que hallas cometido, no importa el tiempo que hallas pasado lejos de Él, Dios aun esta esperándote, porque te ama, te ama igual o más que el día en que lo conociste, El siempre te ha visto con ojos de amor y anhela tu restauración.

Permítele al Señor actuar en tu vida, dale la oportunidad que te perdone y que juntos inicien este camino nuevamente, El jamás te ha dejado de amar y siempre ha estado esperando el momento en el que le permitas nuevamente actuar en tu vida.

Hoy es un buen día para que reconozcas que Dios te sigue amando, que su amor hacia tu vida es eterno y que como buen Padre lo único que quiere es lo mejor para ti, y lo mejor solo lo encontraras a su lado. Ya no vagues mas por el mundo, ya no vayas por la vida sin un sentido, no camines mas con la mente en blanco huyendo de lo que tú sabes muy bien qué es lo tuyo, esto es ESTAR JUNTO A EL.

Dios te quiere recibir hoy en sus brazos, acepta su perdón e inténtalo nuevamente, los resultados serán lo que tú siempre soñaste, porque a su lado todo cambia.

El siempre te recibirá

Autor: Enrique Monterroza

domingo, 3 de abril de 2011

TE REGALO MI CORAZÓN



“…volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra. Aumentarás mi grandeza, y volverás a consolarme”.

Salmos 71:20-21

Quisiera regalarte algo muy especial y siento que no tengo nada para ofrecerte.

Soy tan pequeña ante tu majestuosidad y grandeza. Y pienso que lo único que tengo para darte es lo que siempre te he brindado, mi vida y mi corazón sin reservas. Mi llanto y alegría; mis sueños y mi realidad.

Te ofrendo mi ser entero, mi alma que solo vive bajo la plenitud que le da tu presencia.

Eres el fuego eterno, la llama que me aviva.

He bebido de las aguas de tu fuente, me he deleitado y refrescado en el manantial que has puesto para mí en medio del desierto.

He sentido la calma que das aún cuando la tempestad ha azotado y el mar embravecido ha intentado ahogarme en sus profundidades.

Sigo navegando porque tú eres mi Capitán y aún en la más honda profundidad tú me haces bucear y descubrir tesoros escondidos.

Mi adoración es solo tuya, mi canción te pertenece solo a ti.

El soplo de aliento que infundes en mí es para darte la gloria.

Los versos que a mi pensamiento llegan son inspirados para loarte y engrandecerte.

¡Tuya es mi vida, la puedes usar!

Autora: Brendaliz Avilés

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