Salomón fue un hombre muy inteligente y sabio. Alguna vez escribió en su libro de Proverbios 26:20 lo siguiente: “sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso, cesa la contienda”.
Estas palabras son cortas, pero contundentes. Hoy día el chisme se ha hecho tan popular que hay personas a los cuales les pagan para que los cuenten. Viven pendientes de la vida de los demás, siempre tienen algo que comentar o decir de la gente, pero ellos no hablan de sus propias vidas.
No creo que sea un honor que a una persona se le califique con el adjetivo de chismoso(a). Pero si hay algo que a Dios le desagrada es el chisme. Generalmente cuando una persona esparce un chisme, lo hace con malas intenciones, aunque trate de disimular y ocultar sus verdaderas intenciones. ¿Qué beneficio trae a la vida de una persona el que le cuentes un chisme o el que andes añadiendo o quitando a los comentarios que haces?
Generalmente la gente es conocida por su manera de actuar o de proceder. Pero es increíble el daño que puede causar un chismoso en la vida de los demás. Las reputaciones que se han dañado por falsas acusaciones. Las calumnias que han destruido matrimonios, amistades, relaciones de trabajo. Los suicidios, peleas, problemas, iras y contiendas son algunos de los efectos dañinos del chisme.
Alguna vez el salmista dijo: “Yo dije: Atenderé a mis caminos, Para no pecar con mi lengua; Guardaré mi boca con freno, En tanto que el impío esté delante de mí. Enmudecí con silencio, me callé aun respecto de lo bueno; Y se agravó mi dolor. Se enardeció mi corazón dentro de mí; En mi meditación se encendió fuego, Y así proferí con mi lengua: Hazme saber, Jehová, mi fin, Y cuánta sea la medida de mis días; Sepa yo cuán frágil soy” (Salmos 39:1-4).
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