¡No te Rindas, La Ayuda Viene en Camino!
“¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra. Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón, él es mi herencia eterna”.
Salmos 73:25
A veces nos preguntamos por qué las personas que son buenas sufren tanto y los malos no reciben su castigo, además de que pareciera que todo marcha bien en sus vidas. Llegamos en ocasiones a sentirnos olvidados por Dios. Pero es importante que entendamos que el silencio de Dios no significa que él se haya apartado de nuestro lado, de hecho es cuando más cerca está de cada uno de nosotros.
Este salmo lo escribió Asaf y en él se puede ver la incógnita que tenía, las preguntas que surgían. Pero también expresa la fidelidad de Dios en este salmo cuando dice que él estuvo a punto de caer, que poco le faltó para que resbalara. La causa para que estuviera a punto de caer era fue que sintió envidia de los arrogantes al ver la aparente prosperidad de los malvados. Como parecía que ellos no tenían problemas y encima estaban bien de salud. Mientras Asaf se sentía afanado, sus enemigos parecían estar sin afanes, ni preocupaciones.
Pero consideremos lo que Asaf explica en el versículo 16 y 17 del salmo 73: “Cuando traté de comprender todo esto, me resultó una carga insoportable, hasta que entré en el santuario de Dios; allí comprendí cuál será el destino de los malvados”. ¡Cuántas veces nos hemos sentido como Asaf! Con una carga insoportable porque no logramos entender nada de lo qué nos está pasando. Pero la clave, el secreto, la insistencia de una vida de oración y de comunicación constante con Dios… Porque cuando Asaf entró al santuario, allí se estableció la diferencia, allí encontró consuelo, allí entendió que aunque momentáneamente estaba pasando por pruebas y por cosas que le parecían injustas, al final de todo, los malvados obtendrían el pago por sus actos.
Cuando Asaf logra vaciar su corazón sincero delante de Dios, expresó su molestia, sus quejas y tristezas. Pero cuando él logra entrar en la presencia de Dios toda la visión y perspectiva cambian. Porque “en su presencia hay plenitud de gozo, delicias a su diestra para siempre”.
El mejor lugar donde puedes acudir el día de hoy y siempre es a la presencia de Dios. Acércate en oración para que veas como sientes su ayuda, protección y fortaleza. Cuéntale todo lo que estás sintiendo con sinceridad y confianza porque él es tu padre y tu amigo. Esto no quiere decir que las cosas cambiaran de la noche a la mañana o por arte de magia, pero sentirás esa paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento.
Entonces podrás terminar con palabras similares a las que Asaf termino ese salmo:
“para mí el bien es estar cerca de Dios. He hecho del Señor Soberano mi refugio para contar todas sus obras”.
Autora: Brendaliz Avilés