A veces somos tan duros con nosotros mismos, creamos toda clase de barreras que lo único que hacen es obstaculizar nuestra relación personal con Dios.
Nos constituimos jueces de nosotros mismos y nos juzgamos de una manera tan severa que lo único que provoca en nosotros es frustración de ver que no somos tan buenos como quisiéramos serlo.
Y es que aunque muchas veces queramos aparentar delante de la gente lo buenos, espirituales y casi perfectos que somos, la realidades que somos personas normales, comunes, con batallas diarias, con áreas en nuestra vida que aun no hemos podido superar, humanos en busca de la perfección pero al fin imperfectos.
A veces nos meten tanto en la cabeza que tenemos que ser súper perfectos que al no lograrlo nos desanimamos de intentarlo y decidimos alejarnos de Dios, por la vergüenza de no ser como quisiéramos ser o por el sentimiento de no cumplirle como quisiéramos cumplirle.
No sé tú, pero en otros tiempos habían momentos en los que me sentía indigno de ser hijo de Dios, había en mi cabeza tantas ideas y pensamientos de ser perfecto que al no lograrlo me frustraba y en ocasiones estuve a punto de rendirme y alejarme de Dios.
El enemigo es muy astuto, nos hace creer que no somos tan buenos y que Dios no se merece a alguien como nosotros, nos baña de vergüenza y nos tira dardos de fuego, pensamientos negativos que nos predican que somos incapaces de cambiar y que no tenemos remedio.
A veces me daba vergüenza hasta levantar mi rostro hacia el cielo, porque decía: “¿Con que cara me presento delante de Dios después de fallarle?”, trataba de esconderme, como lo hizo Adán, o como lo hizo Eva, tratando de esconder su desnudes, sin percatarme que Dios me conoce aun cuando trate de esconderme y de fingir lo que en realidad no soy.
Y es que muchas veces vivimos con la idea persistente en nuestra mente de impresionar a Dios, de mostrarle lo bueno que somos y al fallar nos auto juzgamos de la manera más cruel que nos auto expulsamos de su familia y nos exiliamos de su presencia.
Conozco muchas personas que en su afán de ser súper perfectos e impresionar a Dios, fallaron y se juzgaron cruelmente a tal punto que se alejaron de Dios creyéndose indignos de ser sus hijos. Personas muy entregadas a Dios, pero que no comprendieron lo que realmente es Dios y lo que nos da diariamente, esa misericordia que se renueva cada día sobre nuestras vidas.
Por momentos me imagino a Dios viéndonos como nos auto juzgamos tan duramente, mientras Él simplemente extiende sus brazos para recibirnos y decirnos:
“Hijo mío, Yo te conozco a perfección, no tienes que tratar de impresionarme, no tienes que ser tan duro contigo mismo, porque Yo no te juzgo, al contrario, Yo te amo, di mi vida por ti en la cruz del calvario, para mi eres valioso tal y como eres, sé que tienes una lucha diaria, pero recuerda que Yo he prometido estar contigo todos los días de tu vida, no tienes por qué temer, no tienes porque frustrarte, Yo conozco cada área de tu vida, aun aquellas que piensas que nadie más sabe sobre ti, pero a pesar de todo nunca te he dejado, no te he desechado, siempre he estado allí para renovarte, para restaurarte, para devolverte las fuerzas y poner en ti el deseo de seguir luchando. Aun cuando sientas que no eres digno de mí, Yo si te considero mi hijo, porque un día me reconociste como tu Padre, porque un día trajiste tu vida delante de mí y Yo estoy restaurándote cada día que pasa, no te frustres, no te canses, no te desesperes, este es un proceso que iniciamos juntos y que juntos terminaremos y al final te darás cuenta que todo valió la pena, simplemente no te rindas, no seas tan duro contigo mismo, porque yo no lo soy, simplemente búscame cada día, quiero gobernar tus pensamientos, tu vida, todo, quiero ser prioridad en ti, quiero escucharte cada mañana hablarme con sinceridad, cantarme, no quiero que me impresiones, simplemente quiero que me ames y que por mi luches cada día y si llegaras a fallar no te avergüences, simplemente ponte de pie e inténtalo nuevamente, Yo estaré allí para renovar tus fuerzas, para darte un fuerte abrazo, levantar tu barbilla hacia el cielo y decirte: CON AMOR ETERNO TE HE AMADO”.
¿Sabes?, mientras escribo y leo estas palabras siento como Dios habla a mi vida, apenas veo lo que escribo porque hay lagrimas en mis ojos, ¿Sabes?, nosotros no comprendemos el gran amor que Dios nos tiene, no somos capaces de entenderlo y mucho menos de asimilarlo, pero aun cuando no lo entendamos y no lo asimilemos hay una verdad absoluta:DIOS NOS AMA a pesar de todo.
¡No seas duro contigo mismo, solamente recibe su amor y amalo cada día!
“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”.
Jeremías 31:3 (Reina-Valera 1960)
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”.
1 Juan 2:1 (Reina-Valera 1960)
Autor: Enrique Monterroza